Un estudio reciente ha revelado que diversas especies de animales salvajes ingieren frutas fermentadas, no solo por su sabor, sino también para obtener un aporte calórico extra. Este comportamiento, observado en mamíferos como elefantes, monos y aves, sugiere que el consumo de etanol presente en estas frutas podría ser una estrategia evolutiva para maximizar la ingesta energética.
Investigaciones han documentado casos donde elefantes consumen frutos caídos y fermentados del árbol de marula, mostrando comportamientos inusuales tras su ingesta. Aunque anteriormente se atribuía este fenómeno a una baja tolerancia al alcohol, estudios recientes indican que la ausencia de ciertas mutaciones genéticas en estos animales dificulta el metabolismo eficiente del etanol, lo que podría explicar su susceptibilidad a la intoxicación.
Por otro lado, primates como los monos araña han sido observados prefiriendo frutas con contenido alcohólico bajo, alrededor del 1-2% de etanol. Se cree que este consumo les proporciona calorías adicionales sin inducir embriaguez, ya que las cantidades ingeridas no son suficientes para afectar significativamente su comportamiento.
Este patrón de consumo sugiere que la atracción por frutas fermentadas podría estar vinculada a una ventaja evolutiva, permitiendo a los animales acceder a fuentes de energía adicionales en entornos donde la obtención de alimentos es competitiva. La presencia de genes relacionados con el metabolismo del etanol en diversas especies respalda esta hipótesis, indicando una adaptación natural al consumo de alimentos fermentados.
Estos hallazgos aportan una nueva perspectiva sobre la relación entre los animales y el consumo de etanol en la naturaleza, destacando cómo el comportamiento alimenticio puede estar influenciado por la necesidad de maximizar la ingesta calórica para la supervivencia.